El dolor me marea y en el dolor no soy nada.
Una pizca, una sombra de lo que instantes antes era;
una sombra oscura, donde las manos que quieren tocarla
se pierden, frías, inertes,
intentando atrapar aquéllo etéreo, frágil,
inalcanzable...
aquéllo que, como la lluvia de un día gris y feo
me penetra por dentro, y desde dentro,
aquéllo que, ya tengo dentro,
aquéllo que me transformó en lo que soy;
aquéllo que algunos nombran
recuerdos,
otros pasado,
y yo, tortura...
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