Recuerdo

Quizá eran las hormonas, o mi juventud, pero hoy la pena me mecía tan dulcemente que me dejé arrastrar por ella; como una desgarradora balada que sé bailar mejor que ningún otro baile: un paso a la izquiera, otro a la derecha, un suspiro para contener las lágrimas, otra punzada de embriagador dolor en el corazón, un paso a la izquierda, media vuelta, ver el mundo hecho trizas y sentirte como ceniza. Y aquí escuece, aquí escuece tu tormento; se quedaron heladas las sonrisas del momento. Quizá eran las hormonas, repito, o mi juventud; pero sentí que nunca lo había tenido, que no podría perderlo, que quisiera estar más loca e intentar que fuera posible, pero no tengo tantas hormonas, ni soy tan joven para realmente creerlo. Así que sólo me queda el rastro dulce de ése sueño tan idiota, una balada para bailar a solas, un pañuelo lleno de lágrimas y un precioso, doloroso recuerdo.