Ulls

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Les meves paraules. La meva mirada. Els meus ulls.

Bienvenid@s - Benvinguts/des


- L'autor és el déu del llibre, però (...) un llibre no és exactament l'ànima de l'autor.

- No, però és el més pròxim sobre el món terrenal que trobaràs de l'ànima
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[Laia Muntadas i Aina Soley]

jueves, 8 de julio de 2010

Amor nocturno

Suspirar... suspirar bajo la luna llena, bañando tu piel en plata.
Chispas de luz a cada instante. No es nada. El cielo.
Luces anaranjadas, luces eléctricas, que embellecen. Da miedo. ¿Cómo puede embellecer la noche una bombilla, y a la vez, asesinar el mundo?
Suspiros de noche. Te adentras en el silencio, en las tinieblas. Te quedas atrapado, allí, encima la roca blanca que se distinge, fantasmal, entre la oscuridad. La brisa toca tu frente. El calor en cada paso. Suspiro.
La hierba roza tus pies. Es rasposa, parece una carícia de débil piedra. Aún quema. El sol la ha amado y el amor abrasa.
El canto de un grillo rasga la noche. Tranquila, joven aún, se tiende en pie una masía. A los ojos de los humanos, es antigua; pero la piedra sigue aguantando, sus puntas a duras penas se han tornado polvo. La piedra es muy vieja.
De todo conoce la piedra: de amoríos, de pasos, de huidas, de persecuciones, de duelos, de secretos, de odios, de susurros, de noches, de días, de sangre y de agua. De todo y un poco más. Pero está muerta.
Tus pies se ven blancos y casi espectrales enmedio de la noche. Avanzas silencioso, con la cabeza gacha, vigilando para no tropezarte.
La piedra de todo conoce, pero de nada sabe, pues que está muerta. Tú conoces poco, pero de todo sabes, pues que estás vivo. Tu instinto te dirige por dentro, tus emociones te hacen herbir la sangre, y tus ojos alcanzan a ver la luz.
La luz está lejana, suspendida allá a lo alto, en forma de pequeños puntos lechosos, brillantes cual diamantes de fuego blanco.
Tu observas ésa luz, y lo haces con ésa mirada penetrante que he aprendido a respetar y a admirar por encima de todo. Alzas un brazo, señalando el cielo, cúpula fantástica, retablo de maravillas; y dices, con ésa voz grave que me roza y me acuna:
-Ésa es la leche de Hera, que dio a Hércules para que fuera immortal. Pero no te creas que ella quisiera...
Y sigues contando la leyenda de Hércules, ése héroe tan desafortunado que fue el más querido por su padre, y el más odiado por la esposa de éste. Y sigo amarándome de tu voz sabia, que parece una brisa fresca enmedio de una noche demasiado cálida, y me pego a tu cuerpo, ardiente a mi lado. Tus labios se cierran suavemente, y entrecierras un segundo los ojos cuando te acaricio el brazo.
-¿Por qué será todo tan complicado? -te pido, dolorosamente sedienta de ti.
-Porque nos complicamos la vida, supongo -dices, con ése tono sarcástico, los delicados matices del cual conozco mejor que la palma de mis manos-. La vida tendría que ser fácil. Comer, beber, respirar, hacer tus necesidades, dormir. Y despertar un nuevo día, y volver a empezar.
Suspiro, y sé que tienes un escalofrío de placer al notar mi suspiro en tu piel.
-Entonces empezamos a desear -digo yo.
-Y el deseo se vuelve más fuerte, hasta volverse adicción -vuelves a la carga, con el mismo tono deleroso y atribulado de siempre.
-No tiene por qué ser siempre así, cariño.
-No me llames cariño. Sabes que lo necesito demasiado.
Te cojo de la mano, y recorro con un simple dedo tu piel. Desearía fundirme en tu abrazo, pero no te lo digo. Dejo que los ojos hablen por mí. Sospecho que volverás a rechazarme. Otra vez y otra. Es difícil seguir a tu lado, sentándome aquí, quieta, sabiendo que volverás a rehuirme.
-Me es muy difícil no volver a intentarlo -te susurro al oído.
-Pues contrólate y no lo hagas.
-No puedo.
Einstein dijo una vez que, para esperar resultados diferentes, tienes que hacer cosas distintas. Y ésta vez no voy a quedarme quieta. Voy a tentarte con todo mi arsenal, a riesgo de quedarme rota para siempre. Y es que cuando el corazón se rompe, siempre queda una grieta en el alma. Una grieta que sangra.
Sabes lo que estoy haciendo, y otra vez, dudas. Dudas cuando mi dedo se desplaza a tu cuello. Dudas cuando baja por tu pecho. Dudas cuando mis labios se posan encima de tu nuez. Dudas cuando rozan el mentón hasta llegar a tu boca. Dudas cuando de nuevo, te beso. Dudas al notar mi lengua arrapándose a la tuya. Dudas cuando me separo, suspirando a quemarropa, y te sonrío. Dudas cuando aprieto mi cuerpo contra el tuyo. Dudas cuando te abrazo por la cintura. Dudas cuando te muerdo el cuello. Y sigues dudando cuando me desabrocho la camisa, allí, enmedio de la nada.
-Me da igual todo. Ya sabes que te quiero.
Te lo digo por primera vez, por primera vez en mucho tiempo. Aún te resistes y me dices que no, pero poco a poco, tus manos me recorren como antaño. Sé que me has echado de menos. Sé que tu también me amas.
¿Y a quién le importa lo que pase ahora?
Suspirar... suspirar bajo la luna llena, bañando tu piel en plata.
La roca todo lo conoce, aunque esté muerta. Ha conocido la tentación, la nuestra. Nos amamos esta noche, calcinamos nuestros cuerpos, incineramos nuestras almas. A mí no me importa: que digan lo que quieran.
Almenos ésta noche, te he tenido conmigo.

1 comentario:

abuelo dijo...

hola de nuevo, gracias por escribir y que bueno que te gustó ahora leí lo que escribiste en líneas que si logro entender jejejeje y me identifiqué mucho, me gusta tu estilo y melancolía romántica! felicidades