Ulls

Ulls
Les meves paraules. La meva mirada. Els meus ulls.

Bienvenid@s - Benvinguts/des


- L'autor és el déu del llibre, però (...) un llibre no és exactament l'ànima de l'autor.

- No, però és el més pròxim sobre el món terrenal que trobaràs de l'ànima
.

[Laia Muntadas i Aina Soley]

martes, 20 de julio de 2010

Nada

Quizá nunca he sido lo que se esperaba de mí, y no sé si eso debiera alegrarme. Lo único que sé, perdido en éste jodido paraje, es que me siento solo.
Avanzé incluso cuando las rocas se me clavaban en la piel y mis pies sangraban del esfuerzo. Avanzé incluso cuando los pulmones ardían sin aire y todo se volvía oscuro y bello. Yo sencillamente avanzé.
No pido a nadie que haga ése mismo esfuerzo. Algunos perecerían. Otros, se rendirían. Unos pocos -los más valientes, los más soñadores, los más desesperados quizá, o los más confiados, que a veces viene a ser lo mismo- seguirían hasta el fin. La pregunta era... ¿cuál es el fin?
¿Dónde plantamos la meta de nuestra vida? ¿Cuándo terminará el sentido de nuestra existencia? ¿Cumpliremos nuestro objetivo a la vida, si es que hay alguno? ¿Moriremos sin ver realizado nuestro sueño? Pero ¿hay algún sueño que cumplir?
Avanzé sin plantearme éstas malditas preguntas, sin tener unas malditas respuestas, y ahora que me las planteo, no sé por qué carajo avancé.
No sé si éste lecho en el cual estoy tendido es mi lecho de muerte -en todo caso, qué importa ya. Sólo sé que es un colchón barato, con el que me clavo los putos muelles, un colchón sudado, usado seguramente para sexo bruto y ya, no creo que nadie quisiera dormir en él. Quizá algún drogadicto después del subidón, dejándose caer aquí encima -jodido, ya lo creo, quizá al borde de la sobredosis.
El mundo es feo. O almenos a mí siempre me para su peor rostro. Cuando era un crío me pasaba los días buscando las maravillas del mundo. Vivía en un suburbio sucio donde los sueños se compran y tienen forma de polvo blanco. Si tú no aspiras a ésa clase de sueños -y yo nunca aspiré a la clase de sueño que te consume y te mata-, entonces eres un vagabundo en ése oscuro suburbio, un ser que se acostumbra a no tener sueños a copia de recogerlos trocito a trozo cuando los apuñalan.
No sé por qué, pero me rebelé ante el fracaso durante años. Mis padres se habían resignado a él, pero no así mis dos hermanos -uno está en la prisión por drogoadicto y el otro está muerto. Le hubiera cambiado con gusto la suerte a K. Estar fiambre debe ser infinitamente más fácil que arrastrarse por ésta vida ramera.
Ahora veo desfilar ante mí toda mi vida y no tengo nada de lo que vanagloriarme. Unas cuantas noches solo, otras tantas abrazado a una muchacha que el día después dejaba de tener nombre y se tornaba el polvo número 15. Toda la vida jodidamente solo.
Nunca fui hombre de muchas palabras y, desde luego, si algo se me puede considerar, es frío. Nunca me sentí vacío por ésta soledad que algunos verían como caída del cielo. Aunque tampoco se me antojaba divina. Simplemente vivía mi vida, arrastrándome como mejor sabía, y no me pareció justo colgarme de nadie y enviarla derecha al infierno.
Cuando me di cuenta de que esto era el infierno -mi infierno- no pude menos que luchar para salir adelante. Pero no me agarré a ningún sueño. Creo que fue éste mi error. No aprendí a soñar. No aprendí a anhelar, a querer, a amar. No aprendí a desear, y consecuentemente, no he conseguido nada de lo que deseé. Es imposible.
Lo único que sé es el final, y el final es éste: estoy tumbado en un colchón barato, con la espalda dolorida porque se le clavan los muelles, empapado de sudor ajeno, mirando el techo de color vómito, y no siento nada. ¡Nada! Absolutamente nada. Quizá es porque llevo unas cuantas copas de más y toda la habitación sucia y asquerosa me da vueltas. Quizá porque noto el corazón cansado, viciado, contaminado, y demasiado frío. Quizá porque no me atreví a soñar nada de nada, y al final de ésta historia, no tengo nada que contar. Porque toda mi puta vida se reduce a nada.

No hay comentarios: