Siento frío en cada centímetro de mi cuerpo, las manos heladas, la piel de hielo.
No llego a acertar de qué modo taparme; no tengo ganas.
Y si me preguntan por qué, pensaré un rato y lo dejaré de lado
(así soy yo cuando esquivo preguntas incómodas, ya ves, tan cobarde como el resto del mundo; tan frágil, tan vulnerable como todos, como todo)
porque no quiero aceptar que agradezco estúpidamente
(y es que me siento estúpida al pensarlo)
notar el dolor, ésas sensaciones que veo que los demás apartan con asco,
porque, y a eso tampoco tengo una puta respuesta,
no temo a la muerte, no, al menos no más de lo necesario, e incluso me considero (me han considerado) algo temeraria,
pero doy gracias a cada sensación, a cada pensamiento, a cada "qué mierda"
a cada puto segundo de frío,
que se me clava en el alma esta certeza de estar viva.
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