Sinsentido

Alguien cruzará mi corazón desierto

y se perderá y me perderé (...)

[Fito y Fitipaldis]

Ramas secas en el corazón rojizo, claro de luna ahogada, asfixiada y muerta (nunca di un penique por ella). Así presento mi alma a quien quiera verla. No tengo engaños ni ganas de engañar, y si soy del todo sincera, tampoco ardo en deseos de mostrar. ¿Quieres aventurarte? ¡Piérdete en el laberinto! (sin hilos ni Ariadnas, no me valen las trampas). Dijo un pirata viejo (en una película de dioses y fantasmas) que la única manera de encontrar caminos nuevos es perderse. No voy a discutir tan savia y soberbia idea, que robé para mi justo después de oírla. 

He pensado (si a ello se le puede llamar pensar) acerca del alma, pero no encuentro nada que certifique su nacimiento. Sólo un tinte de bondad en algunos ojos dispersos (a veces encuentro uno bueno, y uno malo. ¿Pero existen el bien y el mal?). Me hago preguntas así, a todas horas: ¡es estresante! ¡Es infernal! Bocado limpio de llamas secas (las de la lujuria se vuelven pegajosas; no le pregunten al reo incauto, yo me dejo caer en este pecado traicionero), las que me mastican con estúpido afán. No alcanzan a ver que la juventud es invencible en su estupidez y temperamento: ¡ah muerte! ¿Te atreves a tentarme? Vas a ver cómo te robo mi cuerpo de entre los dedos, ZORRA.

Tú no eres corcel, eres terciopelo con espinas, espinas aterciopeladas. ¿De qué vas disfrazada, con capa y piel blanca? ¿Acaso crees que pensamos en ti como en una dama? Furcia barata de marca disfrazada, ¡no te quiero, ni regalada! Andas como una princesita con chicle en los zapatos, ¡y te crees que eso es elegancia! 

Ya ha cesado mi charla con el espejo. Ahora, señores, acompáñenme a mi cámara. ¿Dispuestos los látigos y sus inútiles cuerpos? ¡Ahora, pues! ¡¡TÍRENSE POR LA VENTANA!!