Ulls

Ulls
Les meves paraules. La meva mirada. Els meus ulls.

Bienvenid@s - Benvinguts/des


- L'autor és el déu del llibre, però (...) un llibre no és exactament l'ànima de l'autor.

- No, però és el més pròxim sobre el món terrenal que trobaràs de l'ànima
.

[Laia Muntadas i Aina Soley]

jueves, 3 de noviembre de 2011

Diario de Bibiana

prometo llamar amor mío 
al primero que no me haga daño

(tremenda estupidez.)

Hoy, y desde hace unos años, me llamo Bibiana Caro. Tengo el pelo del mismo color de ésas castañas que aún no están a punto para comerse cuando desollas la carne verde que las envuelve, tierna a pesar de sus pinchos. Los ojos son negros, desconfiados y se clavan fijamente en ti cada vez que me miras; da igual quien seas, te voy a mirar así pase lo que pase. Tengo las cejas finas y bien depiladas, aunque eso poco importa, claro. Mi nariz es pequeña y respingona y mis labios finos. No hay motivo para describirme, pero aún así diré que tengo la piel muy blanca, como la de un muerto (pero no azulada), me pinto los ojos como una gótica y visto de negro, no porque esté emparentada con la muerte (otra estupidez, ya que creo que la muerte es una dama cadavérica de piel azulada por el frío, a la cual se le ven los huesos que los eternos gusanos rondan, malignos, insaciables; se cubre por una mortaja blanca, sucia de tierra, y tiene los dedos rotos) sino porque me ayuda a disimular mi presencia de todos los indeseables que me rodean.

Quizá todo esto suene áspero. Me da igual. No escribo esto para gustar a nadie.

Bueno, puede que sí. Da igual. No quiero pensar. Música, por favor (agito una batuta invisible ante mis ojos, los dedos largos y cadavéricos se deslizan suavemente. A veces pienso que mis dedos son tan cadavéricos que quizá la muerte soy yo misma y ni me he dado cuenta. Ojalá, pienso luego, pero no).

How can you see into my eyes
like open doors? 
Leading you down into my core
where I become so numb

Me canso de todo y grito y nadie me oye porque las paredes son grises y sordas y frías y las ventanas están rotas y yo enloquezco. No estaban rotas antes. Espera... me sangran las manos. ¡Oh! Quizá soy un nuevo dios. Río como una demente. ¿Por qué? Ja, ja, ja, ja, no tiene gracia, por dentro no río, por dentro sólo lloro, pero mírame, riendo, riendo como una demente, ja, ja, ja ¿¿por qué no puedo parar?? Oh, locura, tú olvido, oh, sálvame de todo esto, tengo sangre en las manos... espera ¡sangre! Me lamo los dedos como si estuvieran manchados de néctar de los dioses, y quizá sí ¿quien te dice que la sangre no es néctar divino?, ¿acaso los antiguos dioses, esos que estaban hechos de carne y de deseos, aquellos reales y tangibles y poderosos y furiosos y caníbales y lascivos, aquellos orgullosos prepotentes asquerosos lividinosos lujuriosos y en fin como cualquier humano, aquellos, aquellos no pedían sangre para ser eternos?

Qué asco, qué asco me da todo.

Y mi cuerpo está sujeto por correas mientras la lluvia cae sobre mi cuerpo desnudo y se me clavan las agujas que el doctor dejó allí para matarme, mientras los cristales rotos dejan pasar toda el agua que sangran las nubes. 

Espera, ¿quiere matarme? Sí, el doctor es un pater furioso, el doctor es malo y me desea y desea mi tortura, mi sufrimiento y mi muerte. No en vano me acaricia las caderas y los pechos y el pelo, pasándose la lengua por los labios resecos con un jadeo entrecortado mientras otra mano está dentro de su pantalón, moviéndose repugnantemente. Le mordí para que parara y ahora quiere matarme. 

Pues claro. Todo encaja.


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